La
historia y la concepción de nuestra
realidad latinoamericana.
La historia de nuestra
América, por mucho tiempo, fue hegemonizada por las ideas centradas en el
desarrollo europeo, algo así como la superposición de elementos que no
necesariamente tiene correlación con los procesos objetivo de nuestra región. De
este modo, la cosmovisión mecánica o idealista se apoderó de las academias, y
por consiguiente del conocimiento de la historia, y se ocupó de enmarcar la
historia nuestra, en estructuras de pensamiento sin análisis crítico.
No obstante ello, no nos queremos centrar en el aspecto
de la interpretación de la historia, son en el método que se aplica para
recoger evidencia y cómo se analiza la información recogida.
Concretamente
planteamos la historia como una ciencia, contrario a las corrientes de moda que
plantean el conocimiento de la historia como un oficio, un conocimiento o una
mera disciplina; la respuesta más usual a esta cuestión es que la historia no
es capaz de entregar leyes que marquen una constante. Pues bien, desde ya les
decimos que aquella afirmación es falsa. Nosotros otorgamos el carácter de
ciencia a la historia, pero no una ciencia como está establecido (método
matemático), sino concebimos la historia desde el punto de vista de la
dialéctica materialista, cuyo norte siempre es poder usar el conocimiento para
hacerlo praxis y viceversa.
Otto Kuusinen, nos plantea que el materialismo dialéctico es: la doctrina del
movimiento y del desarrollo más profunda, multifacética y valiosa por su
contenido. Es resultado de toda una historia multisecular de conocimiento del
mundo y sintetización del material inmenso proporcionado por la práctica
social.[1] La dialéctica materialista marxista encarna
toda la acumulación o sistematización de la experiencia práctica social a
través del tiempo y el espacio. Es una doctrina de comprensión y, por sobre
todo, de transformación de la naturaleza y la sociedad que arranca de la unidad
material del mundo, como concatenación universal de la materia y los fenómenos,
con la que se pueden generalizar las leyes del desarrollo de la realidad.[2]
No obstante ello, este ‘tipo’ de dialéctica no arranca
por sí misma, sino es fruto del estudio riguroso y crítica de la dialéctica idealista basada en los
textos y planteamientos de Hegel[3], filósofo
alemán. Tal crítica reside en la esencia que Hegel le otorga al análisis de su
planteamiento, en palabras de Engels:
El
error reside en que estas leyes [de la dialéctica] son impuestas, como leyes del pensamiento,
a la naturaleza y a la historia, en vez de derivarlas de ellas. De ahí proviene
toda la construcción forzada y que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el
mundo, quiéralo o no, tiene que organizarse con arreglo a un sistema
discursivo, que sólo es, a su vez, producto de una determinada fase de
desarrollo del pensamiento humano. Pero, si invertimos los términos, todo
resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista
parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente sencillas
y claras como la luz del sol.[4]
Respecto de la dialéctica, Lenin, nos plantea: la
dialéctica hegeliana, como la doctrina más universal, rica de contenido y
profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor adquisición de la
filosofía alemana clásica.[5] El planteamiento
objetivado del estudio de la realidad, de las transformaciones sociales y
naturales, son criticadas por la dialéctica
materialista marxista, puesto que como plantea el propio Marx en su texto “Tesis sobre Feuerbach” al exponer los
errores del materialista arcaico y calificarlos de meros estudios sensoriales,
acerca del idealismo nos dice de forma tajante que el idealismo no
conoce una actividad real como tal.[6]
Kuusinen al respecto de la dialéctica materialista nos dice: La dialéctica es
una ciencia especial: estudia las leyes más generales de todo movimiento,
cambio y desarrollo. Las leyes de la dialéctica son universales porque actúan
en la naturaleza y en la sociedad, y el propio pensamiento está subordinado a
ellas.[7]
Estamos de acuerdo con el autor cuando plantea que la dialéctica estudia los
fenómenos de manera concatenada, en tanto que materia que está unida y que da
origen a todo movimiento natural o social ya que son creadas por condiciones materiales de
realidad. Kuusinen continúa su exposición sobre el mismo punto planteando que Marx
y Engels consideraban la dialéctica no sólo como teoría científica, sino
también como método de conocimiento y guía para la acción. Las leyes generales
del desarrollo nos permiten interpretar con acierto el pasado, comprender
correctamente los procesos del presente y prever el futuro. Por eso, es un modo
de enfocar la investigación y la acción práctica derivada de los resultados así
obtenidos.[8]
La dialéctica materialista lucha contra la concepción metafísica del
conocimiento y el desarrollo natural y social[9].
Es así como Marx, Lenin, Engels y muchos otros que se han dedicado a plantear
tesis sobre la revolución socialista han tenido que lidiar con las concepciones
metafísicas sobre el desarrollo; y no sólo sobre las visiones metafísicas [que
por sí misma la dialéctica materialista
lo critica] sino contra toda concepción errada o poco rigurosa acerca de las
condiciones que forjan el desarrollo de la materia en movimiento a través del
tiempo y el espacio.[10]
Marx, por ejemplo, al respecto de Feuerbach nos plantea que éste:
Arranca de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento
del mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su cometido consiste
en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No advierte
que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. En efecto,
el que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como
reino independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la
contradicción de esta base terrenal consigo mismo. Por tanto, lo primero que
hay que hacer es comprender ésta en su contradicción y luego revolucionarla
prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente, después de
descubrir, en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar
teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla.[11]
Y luego continúa sentenciando que Feuerbach no ve, por tanto, que el ‘sentimiento
religioso’ es también un producto
social y que el individuo
abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de
sociedad. [12]
Engels, en Dialéctica de la Naturaleza nos plantea que las
leyes de la dialéctica se abstraen, por tanto, de la historia de la naturaleza
y de la historia de la sociedad humana. Dichas leyes no son, en efecto, otra cosa
que las leyes más generales de estas dos
fases del desarrollo histórico y del mismo pensamiento. Y se reducen, en lo
fundamental, a tres:(1) ley del trueque de la cantidad en cualidad, y
viceversa; (2) ley de la penetración de los contrarios; (3) ley de la negación
de la negación.[13]
Desde la
historia, que es lo que nos convoca en este trabajo, la dialéctica materialista se comprende como el estudio de las
condiciones materiales de vida de las sociedades, las cuales se desarrollan
íntimamente y sobre la base de sus modos de producción, los que determinan sus
relaciones sociales, su consciencia, sus formas organizativas y todos los
aspectos que tengan que ver con el movimiento de la sociedad [sea cual sea] a
través de la historia. Uno de los libros más conocidos de Marx, La ideología alemana nos plantea esto,
sin siquiera mencionar obras como El
Capital[14]
del mismo autor, donde se explica de manera rigurosa el hecho científico de que
las formas de producción y su cercanía o lejanía con la sociedad en general,
forjarán el desarrollo de la misma en todas las aristas. En el primer capítulo
de La ideología alemana, Marx nos
dice al respecto:
La primera premisa
de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos
vivientes. El primer estado que cabe constatar es, por tanto, la organización
corpórea de estos individuos y, como consecuencia de ello, su relación con el
resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí, naturalmente, ni la
contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales con que
los hombres se encuentran: las geológicas, las oro-hidrográficas, las
climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía tiene necesariamente que
partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en
el curso de la historia por la acción de los hombres.[15]
Por tanto, todo trabajo desde la
historia debe contemplar como fin ulterior, el riguroso estudio de las
relaciones naturales de los humanos, puesto que antes de tener conciencia o
espíritu si se prefiere, los humanos son materia, materia que se ha clasificado
dentro de las especies vivientes y de las que ocupamos el reino animal.
Ahora bien, sobre ello
el autor continúa su exposición para referirse al mismo tema, acerca de la
consciencia de los humanos y su diferencia con los otros animales: Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por
la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la
diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso
este que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus
medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.[16]
Por
lo tanto, la conciencia no es la antesala de la historia de los humanos, sino
más bien es una característica posterior que se desarrolla al obtener sus
medios de vida de forma consciente y por necesidad.
Continuando con esa línea, los modos de producción no deben considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la
existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la
actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un
determinado modo de vida de los
mismos. Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide,
por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de
las condiciones materiales de su producción.[17]
Todo desarrollo
de cualquier sociedad depende directamente de su grado de avance [o retroceso] en
las condiciones de vida, y estas, a su vez, dependen de los modos de producción
que logran, de modo posterior, desarrollar y determinar una conciencia en cada
ser social. En el prefacio de la Contribución
a la crítica de la Economía Política del mismo Marx, se nos plantea que los
primeros resultados a los que llegó con sus estudios acerca de los escritos de
Hegel fueron el desmitificar el hecho de que, según autores idealistas, la sociedad civil, el Estado, las formas
jurídicas, etc. se pueden explicar per sé ni por la llamada evolución del
espíritu humano o la consciencia humana; Marx nos plantea lo contrario, que
esto es producto de la economía política.
Postulados como estos son los que han dado pie a muchos autores a tachar la
obra de Marx como mero economicismo, sin poder utilizar un método de análisis
correcto donde, por razones obvias, llegan a conclusiones mecanicistas sobre
Marx y el materialismo dialéctico por
consiguiente. De esto último nos ocuparemos más tarde eso sí. El autor nos dice
en el libro mencionado:
En la producción
social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas,
necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción
corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura
económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una
superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales
determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general.[18]
La determinación de que las formas de vida de las
sociedades, y por tanto de los seres humanos, estén directamente asociadas al
tipo de producción de medios de vida de ésta, ha forjado una sociedad de clases
desde que la humanidad ha logrado desarrollarse como civilizaciones.
Para finalizar, ya que sólo queremos entregar algunas
aproximaciones teórico-prácticas, planteamos la necesidad objetiva de estudiar
con rigurosidad los procesos que afectan a nuestra región morena, sin utilizar
este método tenemos alta probabilidad de caer en el dogmatismo y en plantear la
historia como una línea de tiempo que avanza constantemente hacia el ‘progreso’,
lo cual siempre va a favorecer a los sectores dominantes en desmedro de los explotados
y excluidos.
[1] Kuusinen, O. (1972), “Qué es el materialismo dialéctico”, Santiago
de Chile, Quimantú, p. 87.
[2] Ibídem.
[3] Engels, F. (1961), “Dialéctica de la naturaleza”, Grijalbo,
Madrid, p. 26
[4]
Op. Cit. p. 41
[5] Lenin, V. (1961), “Obras escogidas”, Tomo I, Moscú,
Progreso, p. 13
[6] Marx, C. (1988), “Tesis sobre Feuerbach”, La caja de
herramientas, Biblioteca virtual
UJCE, tomado de internet el día 9 de junio del 2011 a las 19:42 horas del
sitio:
http://archivo.juventudes.org/textos/Karl%20Marx/Tesis%20sobre%20Feuerbach.pdf
[7]
Kuusinen, O. (1972), Op. Cit. p. 88
[8] Ibídem.
[9] Kuusinen, O. (1972), Op. Cit. p. 88-91
[10]
Podemos continuar con citas
respecto de la postura de estos revolucionarios para con los autores de
literatura idealista o materialista arcaica o poco rigurosa, no obstante, al no
ser el fin de este estudio, sólo mencionaremos algunas obras para que el lector
pueda complementar su estudio al respecto: “Anti Düring” de F. Engels;
“Materialismo y Empiriocriticismo” de V. Lenin; “Dialéctica de la Naturaleza”
de F. Engels, “El origen de la Familia, la Propiedad privada y el Estado” de F.
Engels.
[11]
Marx, C. (1988), Op. Cit.
[12]
Ibídem
[14]
No abordaremos dicho libro
ya que su análisis escaparía en extensión la aproximación acotada de los elementos
que nos proponemos exponer.
[15]Marx, C; Engels,
F. (1968), “La ideología alemana”,
Primer capítulo: Feuerbach. Oposición
entre las concepciones materialista e idealista, CEME, Archivo Chile, p. 4.
Tomado de internet el día 5 de enero del 2010 a
las 23:09 horas del sitio:
http://www.archivochile.com/Marxismo/Marx%20y%20Engels/kmarx0020.pdf
[16]
Marx, C; Engels, F. (1968), Op. Cit.
p. 4
[18] Marx, C. (1978), “Contribución a la Crítica de la Economía
Política”, Comunicación, Madrid, p.43.
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