viernes, 21 de junio de 2013

Comentario personal: La historia y la concepción de nuestra realidad latinoamericana.

La historia y la concepción de nuestra 
realidad latinoamericana.

          La historia de nuestra América, por mucho tiempo, fue hegemonizada por las ideas centradas en el desarrollo europeo, algo así como la superposición de elementos que no necesariamente tiene correlación con los procesos objetivo de nuestra región. De este modo, la cosmovisión mecánica o idealista se apoderó de las academias, y por consiguiente del conocimiento de la historia, y se ocupó de enmarcar la historia nuestra, en estructuras de pensamiento sin análisis crítico.
            No obstante ello, no nos queremos centrar en el aspecto de la interpretación de la historia, son en el método que se aplica para recoger evidencia y cómo se analiza la información recogida.
        Concretamente planteamos la historia como una ciencia, contrario a las corrientes de moda que plantean el conocimiento de la historia como un oficio, un conocimiento o una mera disciplina; la respuesta más usual a esta cuestión es que la historia no es capaz de entregar leyes que marquen una constante. Pues bien, desde ya les decimos que aquella afirmación es falsa. Nosotros otorgamos el carácter de ciencia a la historia, pero no una ciencia como está establecido (método matemático), sino concebimos la historia desde el punto de vista de la dialéctica materialista, cuyo norte siempre es poder usar el conocimiento para hacerlo praxis y viceversa.
            Otto Kuusinen, nos plantea que el materialismo dialéctico es: la doctrina del movimiento y del desarrollo más profunda, multifacética y valiosa por su contenido. Es resultado de toda una historia multisecular de conocimiento del mundo y sintetización del material inmenso proporcionado por la práctica social.[1] La dialéctica materialista marxista encarna toda la acumulación o sistematización de la experiencia práctica social a través del tiempo y el espacio. Es una doctrina de comprensión y, por sobre todo, de transformación de la naturaleza y la sociedad que arranca de la unidad material del mundo, como concatenación universal de la materia y los fenómenos, con la que se pueden generalizar las leyes del desarrollo de la realidad.[2]
            No obstante ello, este ‘tipo’ de dialéctica no arranca por sí misma, sino es fruto del estudio riguroso y crítica de la dialéctica idealista basada en los textos y planteamientos de Hegel[3], filósofo alemán. Tal crítica reside en la esencia que Hegel le otorga al análisis de su planteamiento, en palabras de Engels:
El error reside en que estas leyes [de la dialéctica] son impuestas, como leyes del pensamiento, a la naturaleza y a la historia, en vez de derivarlas de ellas. De ahí proviene toda la construcción forzada y que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el mundo, quiéralo o no, tiene que organizarse con arreglo a un sistema discursivo, que sólo es, a su vez, producto de una determinada fase de desarrollo del pensamiento humano. Pero, si invertimos los términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente sencillas y claras como la luz del sol.[4]
            Respecto de la dialéctica, Lenin, nos plantea: la dialéctica hegeliana, como la doctrina más universal, rica de contenido y profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor adquisición de la filosofía alemana clásica.[5] El planteamiento objetivado del estudio de la realidad, de las transformaciones sociales y naturales, son criticadas por la dialéctica materialista marxista, puesto que como plantea el propio Marx en su texto “Tesis sobre Feuerbach” al exponer los errores del materialista arcaico y calificarlos de meros estudios sensoriales, acerca del idealismo nos dice de forma tajante que el idealismo no conoce una actividad real como tal.[6]
            Kuusinen al respecto de la dialéctica materialista nos dice: La dialéctica es una ciencia especial: estudia las leyes más generales de todo movimiento, cambio y desarrollo. Las leyes de la dialéctica son universales porque actúan en la naturaleza y en la sociedad, y el propio pensamiento está subordinado a ellas.[7] Estamos de acuerdo con el autor cuando plantea que la dialéctica estudia los fenómenos de manera concatenada, en tanto que materia que está unida y que da origen a todo movimiento natural o social ya que  son creadas por condiciones materiales de realidad. Kuusinen continúa su exposición sobre el mismo punto planteando que Marx y Engels consideraban la dialéctica no sólo como teoría científica, sino también como método de conocimiento y guía para la acción. Las leyes generales del desarrollo nos permiten interpretar con acierto el pasado, comprender correctamente los procesos del presente y prever el futuro. Por eso, es un modo de enfocar la investigación y la acción práctica derivada de los resultados así obtenidos.[8]
            La dialéctica materialista lucha contra la concepción metafísica del conocimiento y el desarrollo natural y social[9]. Es así como Marx, Lenin, Engels y muchos otros que se han dedicado a plantear tesis sobre la revolución socialista han tenido que lidiar con las concepciones metafísicas sobre el desarrollo; y no sólo sobre las visiones metafísicas [que por sí misma la dialéctica materialista lo critica] sino contra toda concepción errada o poco rigurosa acerca de las condiciones que forjan el desarrollo de la materia en movimiento a través del tiempo y el espacio.[10] Marx, por ejemplo, al respecto de Feuerbach nos plantea que éste:
Arranca de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su cometido consiste en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No advierte que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. En efecto, el que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esta base terrenal consigo mismo. Por tanto, lo primero que hay que hacer es comprender ésta en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente, después de descubrir, en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla.[11]
            Y luego continúa sentenciando que Feuerbach no ve, por tanto, que el ‘sentimiento religioso’  es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad. [12]
            Engels, en Dialéctica de la Naturaleza nos plantea que las leyes de la dialéctica se abstraen, por tanto, de la historia de la naturaleza y de la historia de la sociedad humana. Dichas leyes no son, en efecto, otra cosa que las leyes más  generales de estas dos fases del desarrollo histórico y del mismo pensamiento. Y se reducen, en lo fundamental, a tres:(1) ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa; (2) ley de la penetración de los contrarios; (3) ley de la negación de la negación.[13]
            Desde la historia, que es lo que nos convoca en este trabajo, la dialéctica materialista se comprende como el estudio de las condiciones materiales de vida de las sociedades, las cuales se desarrollan íntimamente y sobre la base de sus modos de producción, los que determinan sus relaciones sociales, su consciencia, sus formas organizativas y todos los aspectos que tengan que ver con el movimiento de la sociedad [sea cual sea] a través de la historia. Uno de los libros más conocidos de Marx, La ideología alemana nos plantea esto, sin siquiera mencionar obras como El Capital[14] del mismo autor, donde se explica de manera rigurosa el hecho científico de que las formas de producción y su cercanía o lejanía con la sociedad en general, forjarán el desarrollo de la misma en todas las aristas. En el primer capítulo de La ideología alemana, Marx nos dice al respecto:
La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado que cabe constatar es, por tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia de ello, su relación con el resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí, naturalmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales con que los hombres se encuentran: las geológicas, las oro-hidrográficas, las climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres.[15]
            Por tanto, todo trabajo desde la historia debe contemplar como fin ulterior, el riguroso estudio de las relaciones naturales de los humanos, puesto que antes de tener conciencia o espíritu si se prefiere, los humanos son materia, materia que se ha clasificado dentro de las especies vivientes y de las que ocupamos el reino animal.
            Ahora bien, sobre ello el autor continúa su exposición para referirse al mismo tema, acerca de la consciencia de los humanos y su diferencia con los otros animales: Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso este que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.[16] Por lo tanto, la conciencia no es la antesala de la historia de los humanos, sino más bien es una característica posterior que se desarrolla al obtener sus medios de vida de forma consciente y por necesidad.
            Continuando con esa línea, los modos de producción no deben considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.[17]
            Todo desarrollo de cualquier sociedad depende directamente de su grado de avance [o retroceso] en las condiciones de vida, y estas, a su vez, dependen de los modos de producción que logran, de modo posterior, desarrollar y determinar una conciencia en cada ser social. En el prefacio de la Contribución a la crítica de la Economía Política del mismo Marx, se nos plantea que los primeros resultados a los que llegó con sus estudios acerca de los escritos de Hegel fueron el desmitificar el hecho de que, según autores idealistas, la sociedad civil, el Estado, las formas jurídicas, etc. se pueden explicar per sé ni por la llamada evolución del espíritu humano o la consciencia humana; Marx nos plantea lo contrario, que esto es producto de la economía política. Postulados como estos son los que han dado pie a muchos autores a tachar la obra de Marx como mero economicismo, sin poder utilizar un método de análisis correcto donde, por razones obvias, llegan a conclusiones mecanicistas sobre Marx y el materialismo dialéctico por consiguiente. De esto último nos ocuparemos más tarde eso sí. El autor nos dice en el libro mencionado:
En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general.[18]
            La determinación de que las formas de vida de las sociedades, y por tanto de los seres humanos, estén directamente asociadas al tipo de producción de medios de vida de ésta, ha forjado una sociedad de clases desde que la humanidad ha logrado desarrollarse como civilizaciones.
            Para finalizar, ya que sólo queremos entregar algunas aproximaciones teórico-prácticas, planteamos la necesidad objetiva de estudiar con rigurosidad los procesos que afectan a nuestra región morena, sin utilizar este método tenemos alta probabilidad de caer en el dogmatismo y en plantear la historia como una línea de tiempo que avanza constantemente hacia el ‘progreso’, lo cual siempre va a favorecer a los sectores dominantes en desmedro de los explotados y excluidos.



[1] Kuusinen, O. (1972), “Qué es el materialismo dialéctico”, Santiago de Chile, Quimantú, p. 87.
[2] Ibídem.
[3] Engels, F. (1961), “Dialéctica de la naturaleza”, Grijalbo, Madrid, p. 26
[4] Op. Cit. p. 41
[5] Lenin, V. (1961), “Obras escogidas”, Tomo I, Moscú, Progreso, p. 13 
[6] Marx, C. (1988), “Tesis sobre Feuerbach”, La caja de herramientas, Biblioteca virtual UJCE, tomado de internet el día 9 de junio del 2011 a las 19:42 horas del sitio: http://archivo.juventudes.org/textos/Karl%20Marx/Tesis%20sobre%20Feuerbach.pdf
[7] Kuusinen, O. (1972), Op. Cit. p. 88
[8] Ibídem.
[9] Kuusinen, O. (1972), Op. Cit. p. 88-91
[10] Podemos continuar con citas respecto de la postura de estos revolucionarios para con los autores de literatura idealista o materialista arcaica o poco rigurosa, no obstante, al no ser el fin de este estudio, sólo mencionaremos algunas obras para que el lector pueda complementar su estudio al respecto: “Anti Düring” de F. Engels; “Materialismo y Empiriocriticismo” de V. Lenin; “Dialéctica de la Naturaleza” de F. Engels, “El origen de la Familia, la Propiedad privada y el Estado” de F. Engels.
[11] Marx, C. (1988), Op. Cit.
[12] Ibídem
[13] Engels, F. (1961), Op. Cit. p. 42
[14] No abordaremos dicho libro ya que su análisis escaparía en extensión la aproximación acotada de los elementos que nos proponemos exponer.
[15]Marx, C; Engels, F. (1968), “La ideología alemana”, Primer capítulo: Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista, CEME, Archivo Chile, p. 4. Tomado de internet el día 5 de enero del 2010 a  las 23:09 horas del sitio:
http://www.archivochile.com/Marxismo/Marx%20y%20Engels/kmarx0020.pdf
[16] Marx, C; Engels, F. (1968), Op. Cit. p. 4
[17] Marx, C; Engels, F. (1968), Op. Cit. p. 5
[18] Marx, C. (1978), “Contribución a la Crítica de la Economía Política”, Comunicación, Madrid, p.43.

No hay comentarios:

Publicar un comentario