Dentro
del drama de los detenidos desaparecidos, hay situaciones que por sus
especiales características han producido un fuerte impacto en la opinión
pública. Así ha ocurrido con las diversas maniobras que la Dictadura puso en
acción para tratar de ocultar los secuestros, minimizar su importancia o
desacreditar a los denunciantes.
La
dictadura no se detuvo ante nada: mintió, se contradicción, e implico a otros
gobiernos.

¿Quiénes
son los llamados 119? Se trato de una campaña de la Dictadura que uso todos los
medios a su alcance para deshacerse de la incómoda situación de los presos
"desapareci-dos", campaña necesaria ya que para esos días se estimaba
probable una visita a Chile, de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, cuyo
ingreso al país fue, finalmente, denegado por la Dictadura. Los 119 son los
secuestrados por la DINA cuyos nombres la dictadura incluyó en la nómina de
chilenos que se encontrarían en el exterior, sosteniendo que muchos de los
cuales habrían caído a manos de sus propios compañeros de organización o en
enfrentamientos con fuerzas de seguridad extranjeras. El revuelo internacional
creado en torno al caso hizo que el problema pasara a ser conocido
mundialmente. Veamos cómo la Dictadura continuó esa campaña.
Los
días 14 y 16 de junio, el diario "El Mercurio" anunció que 50
guerrilleros habían sido detenidos en Talca y que otros dos grupos habrían
cruzado la frontera desde Argentina en un plan combinado del MIR chileno y el
ERP argentino. El diario dice que "informaciones provenientes de Buenos
Aires" dan cuenta de un enfrentamiento con Carabineros (policía chilena)
en el que se habrían producido algunas bajas. El 16 de junio, el diario
"Las Últimas Noticias" reitera la campaña, atribuyendo las
informaciones a "fuentes extraoficiales chilenas" o "fuentes
chilenas generalmente bien informadas".
Días
más tarde, es el diario "La Tercera" el que denuncia la existencia de
un "siniestro plan rojo" y repite las expresiones acerca de
extremistas que ingresaban a Chile por los pasos cordilleranos para llevar a
cabo sabotajes y atentados contra personeros influyentes tanto civiles como
uniformados. En igual sentido son las publicaciones de "La Segunda"
del 25 de junio. La campaña de prensa no era en absoluto ajena a la Dictadura .
No sólo era la dictadura la que había ordenado su montaje, sino que además, uno
de sus principales voceros, el General Hernán Béjares, Secretario General de
Gobierno, había declarado el 13 de junio que "numerosos extremistas, a los
que agencias noticiosas del exterior interesadas o comprometidas con el
marxismo dieron como eliminados o asesinados por los medios de seguridad del
país, se encuentran realmente muy vivos y preparándose para actuar
coercitivamente contra nuestro go-bierno".
El
29 de junio, el diario "La Patria" editorializa sobre el caso,
afirmando que los "extremistas" tenían en su poder un "bien
estudiado plan de acción terrorista". Agrega que se realizarían
manifestaciones en lugares céntricos, a la salida de las Iglesias, etc. y que
este rebrote de acciones para alterar el orden público tenía como objeto
desatar la guerrilla urbana y rural en el país.
El
6 de julio, "La Tercera" publica una crónica de su corresponsal en
Mendoza, Julián Gabriel, el que asegura haber descubierto militantes del MIR
haciéndose pasar por agentes de la DINA y deteniendo a sus propios compañeros,
que luego formarían parte de un llamado "Ejército de los Andes" El
periodista añade que se trata de un plan del MIR para engañar a la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU.
El
11 de julio, en una pequeña localidad cercana a Buenos Aires, fueron hallados
dos cadáveres, que portaban entre sus ropas documentos chilenos. Según las
versiones de la dictadura, profusamente publicitadas en la prensa de Santiago,
se trataría de los jóvenes Jaime Robotham y Luis Guendelman, de quienes se
sabía habían sido detenidos por la DINA y por los que existían recursos de
amparo pendientes y gestiones de Amnesty International. El diario "La
Segunda" del 15 de julio, en su pág. 36, dice que "los dos miristas
chilenos que fueron ejecutados por su propia organización en Argentina, fueron
identificados en Chile". El periódico concluye que "de esta forma se
comprueba que gran parte de las denuncias sobre asesinatos y desaparicio-nes de
izquierdistas en Chile, son inventadas y que estos individuos gozan de buena
salud en el extranjero".
El
18 de julio, la revista "Lea" de Argentina, publicó con caracteres de
escándalo, una nota fechada en México que aseguraba que "alrededor de 60
extremistas chilenos habrían sido asesinados en los últimos meses en Argentina,
Colombia, Venezuela, Panamá, México y Francia por sus propios compa-ñeros de
lucha", calificando la acción como "un vasto e implacable programa de
venganza y depuración política" Pocos días después, otra publicación O'Día
de Curitiba, en Brasil afirmaba que 59 "extremistas chilenos" fueron
identifica-dos entre los guerrilleros que murieron en enfrentamientos con
efectivos policiales en la provincia de Salta, Argentina. La prensa chilena,
totalmente controlada por la dictadura, desple-gó una inusitada campaña
publicitaria sobre la base de las informaciones de las publicaciones
extranjeras aludidas, inclu-yendo una nómina de los supuestos extremistas
caldos en el extranjero. Por cierto, eran los nombres de una parte de los
secuestrados durante 1974 por la DINA.
"El
Mercurio", pretendiendo decir la última palabra, editorializó el 25 de
julio refiriéndose expresamente a lo que llama "los 119" dice.
"los políticos y periodistas extranjeros que tantas veces se preguntaron
por la suerte de estos miembros del MIR y culparon al gobierno de la desaparición
de muchos de ellos, tienen ahora la explicación que rehusaron aceptar".
Hasta aquí la farsa de la Dictadura. Veamos ahora cómo, a los pocos días, todo
el siniestro plan se venía abajo y la propia prensa chilena se veía obligada a
abjurar de sus categóricas afirmaciones.
Empecemos
por decir que tanto "Lea" de Argentina, como "O'Día" de
Brasil fueron publicaciones "ad hoc", hechas sólo para el montaje de
la farsa de la dictadura. No tenían existencia real. El supuesto semanario
argentino editó sólo el N9 1, aquel en que daba la falsa noticia. Indicó como
su director a José López Rega, jefe de la banda terrorista conocida como la
"Triple A", ex Ministro del gobierno bonaerense. Daba como dirección
la de Brandsen No. 4845, pero ese domicilio.., no existe. La calle Brandsen termina
antes del No. 3000. Por su parte, la Asociación de Prensa Brasileña declaró no
conocer publicación alguna en Curitiba, ni en todo el Estado de Paraná, con el
nombre de "O'Día". Ni siquiera registra domicilio. Estos hechos
ahorran analizar las contradicciones entre ambas publicaciones y otras
consideraciones, como lo inverosímil que resulta que una revista desconocida y
un modesto diario de provincia conocieran al detalle la nómina de supuestos
guerrilleros, que no era del dominio de ninguna agencia de prensa ni en
Argentina ni en Brasil, ni los gobiernos de esos países habían declarado nada
al respecto.
En
cuanto a los supuestos cadáveres del Guendelman y Robotham, la madre del
primero y un hermano del segundo, se trasladaron a Buenos Aires y entregaron,
tras detenido examen, precisas y concretas evidencias que prueban que esos
cadáveres, mutilados y quemados, no corresponden a sus familiares. En el caso
de Guendelman, su madre señaló a las autoridades argentinas que su hijo había
sido operado cuando niño y le hablan sacado el hueso de la cadera izquierda y
del sacro. El cadáver identificado como el de su hijo, tenía esos huesos;
agregó la madre: "el cadáver no tenía todos sus dientes, algunos estaban
torcidos. Mi hijo tenía una dentadura completa y sana. A su vez, el hermano de
Robotham afirmó: "el cadáver que supuestamente era el de mi hermano medía,
según los expertos legales 1 metro 67 en tanto mi hermano Jaime medía 1 metro
73", precisando además ostensibles diferencias entre la dentición de su hermano
y la del cadáver y que la fotografía del carnet de identidad chilena que se
encontró entre las ropas del occiso, no era la de su hermano, ni la firma ni el
número de la cédula eran auténticos.
Pero
las cosas fueron más allá: a fines de julio, el cuerpo diplomático acreditado
en Chile, encabezado por su Decano, el Nuncio Apostólico, reclamó formalmente
ante la Cancillería de la Junta para dejar en claro que en los países aludidos
en las publicaciones de prensa, jamás ocurrió ninguno de los hechos difundidos
y que ningún chileno murió en dichos países. En Colombia, medios oficiales
desautorizaron la campaña de prensa de la Junta; el Jefe de la Dirección
Administrativa de Seguridad (DAS), general Joaquín Matallana, declaró: "En
Colombia no ha sido asesinado ningún chileno". Declaraciones similares
formularon en su caso personeros de Venezuela y México. En Argentina, el diario
"La Opinión" afirmó el 10 de agosto que "una gran conspiración,
con vínculos en territorio argentino, imaginó métodos siniestros que superan
todo lo conocido de la Alemania de Hitler, acudiendo a publicaciones fantasmas
en el extranjero y a cónsules que se prestan a difundir cédulas de identidad
falsificadas".
El
18 de agosto, el semanario norteamericano "Times" señalaba: "El
terrorismo derechista de ambos lados de Los Andes se confabuló en la
desaparición de 119 ciudadanos chilenos". La revista afirma que la
relación de trabajo entre la Triple A de Argentina y la DINA chilena sirve sus
intereses mutuos. "La DINA tiene una larga lista de nombres para los
cuales necesita cadáveres y la AAA tiene cadáveres para los que necesita
nombres Pinochet había quedado al descubierto. Había ahora que echar pie atrás.
En el desenmascaramiento de la farsa jugaron un destacado papel, en primer
término, los familiares de los detenidos y también la Iglesia Católica. La
revista jesuita "Mensaje", el 28 de julio, bajo el titulo de
"¿Dónde están?", publicó un documentado trabajo acerca de los 119
que, junto con demostrar la falsedad de las afirmaciones de la Junta,
constituyó una valiente acusación.
"El
Mercurio", con su habitual descaro, pasando por sobre lo que había escrito
la semana anterior, en una editorial del 3 de agosto, se pregunta alarmado por
la suerte de los 119 chilenos y pide de la Junta una aclaración. "Han
transcurrido los días y ni las autoridades chilenas ni las argentinas se
refieren al caso" -dice el diario- y agrega: "el tema no es por
cierto de los que puedan pasar inadvertidos, tratándose de la suerte de más de
un centenar de chilenos, cuyos familiares sufren su desaparecimien-to".
Termina señalando el deber de la Junta de informar sobre el particular para no
dar "nuevos alientos a los enemigos de Chile". La revista
"Ercilla" y hasta la fascista publicación "Qué Pasa", en la
primera quincena de agosto, expresan también su preocupación por el
esclarecimiento de los hechos, dando por descontado que no son ciertas las
publicaciones de "Lea" y O'Dia.

Paralelamente,
el Cónsul general de Chile en Buenos Aires, Álvaro Droguett, reconoció a la
agencia Latina que el cotejo de sus registros consulares con la nómina de la
revista "Lea" permitía concluir que ninguno de los que allí figuran
como muertos, estuvo jamás inscrito en la representación a su cargo como
ingresado a territorio argentino. En los últimos días de agosto, Droguett fue
relevado de su cargo.
La
indignante farsa no sólo mereció el repudio internacio-nal. En Chile hubo
también protestas y condenas. La más significativa fue la huelga de hambre que
el 8 de agosto de 1975 y por varios días, mantuvieron 80 prisioneros del campo
de concentración de Puchuncaví, que hablan sido detenidos o habían permanecido
en distintos centros de torturas con muchos de los chilenos incluidos en la
fatídica nómina.
En
estas circunstancias, Pinochet se vio obligado a renun-ciar a la maniobra y en
su discurso público del 20 de agosto, expresó cínicamente que, a fin de
terminar con tantas especula-ciones, había ordenado "investigar
exhaustivamente la situación por la vía administrativa". Por supuesto,
jamás hubo investiga-ción alguna. Los 119 continúan desaparecidos. Pero ante la
opinión pública nacional e internacional quedó absolutamente claro que estaban
en poder de la DINA.
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